lunes, 16 de noviembre de 2020

El Culo del Día

Twerking: La Danza del Culo

Twerking: El Arte de Mover el Culo

Fanáticas de Mover el Culo: Twerking y Feminismo

Las mujeres movemos el culo siempre. Mucho antes de que el arte de hacerlo tuviera un nombre y campeonatos nacionales, las negras africanas batían sus caderas en una danza muy parecida al twerking llamada Mapouka en Costa de Marfil. ¿Cómo Se Intersectan Twerking y Feminismo? ¿Qué Potencias Se Liberan Agitando Culos? ¿Es Una Danza Para las Disidencias?

El culo se sacude. Arriba y abajo, a los costados, así y asá. L0s culos rebotan, se contraen y vuelven a soltarse para rebotar. En cuatro patas, la pelvis tracciona para que el sacudón ocurra veloz, al ritmo del beat de los parlantes. Rodilleras, zapatillas, pantys, tangas y top, el uniforme para las mujeres que twerkean un lunes en la mañana en el salón de FAW Escuela de danzas Altas Wachas, en pleno centro porteño. No hay lugar para el manoseo ni para bailar contra una persona que no sea mujer. Lo menean, le dan duro y hasta abajo sin que ninguna persona les susurre lo que tienen que hacer. O sí: Si quieren lo hacen. Con deseos de protagonismo esos culos ingobernables muestran un placer que contagia, que invita a bailar. Transmiten un mensaje: Un culo que se agita no es un free pass al sexo. ¿Qué Pueden Esos Culos Que Gozan? ¿Qué Deseo Los Mueve Tan Irreverentes? ¿Qué Potencias se Liberan Para Esas Mujeres Que Toman el Control de Sus Culos?

En los ‘90 el movimiento Bounce de Nueva Orleans bautizó ese estilo: La palabra twerking es una mezcla de twist, que significa retorcer, y werk, una expresión afroamericana derivada de work, usada para celebrar los movimientos de baile que despliegan actitud y vitalidad. En 2013 los culos arias de Miley Cyrus se sacudieron en los premios MTV y esta forma de perreo gringo se volvió mainstream.

Reuniones de ‘Twerking’: Aprender a Mover Culo Como Alianza Femenina

El 'booty dance' ha trascendido a la moda de vídeos hipnóticos en los que alguien agita el culo haciendo 'twerk'. La corriente de personas que, en comunidad, lo recuperan como vía para el autoconocimiento, la celebración sexual y como forma de activismo está tomando las calles.

Ni todos los movimiento de culo, cadera y pelvis son twerk, ni lo inventó Miley Cyrus. Pero la aparición de la cantante en los MTV VMA de 2013 agitando el culo, se grabó en el imaginario occidental desatando un fenómeno que más allá de la adicción a grabarse en vídeo perfeccionando la técnica y colgarlo en redes sociales -hay siete millones de publicaciones con la etiqueta ‘#twerk‘ en Instagram-, ha derivado en una pasión colectiva por las diferentes danzas del culo o booty dance. «Poner el culo en pompa y twerkear es un placer que experimentas en cuerpo y alma.

Ahora se tiene más acceso a este tipo de movimiento, pero no es nada nuevo. La comunidad negra lleva siglos haciéndolos. Vienen de África y desde ahí han llegado a otros muchos países de América Latina y América Central y a los Estados Unidos”. El twerk, ese movimiento del culo arriba y abajo que en nuestra mente se reproduce en formato gif, tiene su origen concreto en la música bounce de Nueva Orleans, que deriva del hiphop. El término se usó por primera vez en 1993, en el tema Do The Jubilee All, de Dj Jubilee. Y casi una década después, a principio de los 2000, una importante comunidad de artistas LGTBQI, con Big Freedia como máximo exponente, abanderaron este estilo, “ellos se empoderan a través de esta danza”. Twerk, “es una palabra monosílaba que la gente identifica fácilmente, sabe a qué se refiere y se ha popularizado. Pero hasta que se baila, no se sabe que hay un discurso y una educación más allá del movimiento”.

Desde el estallido al mainstream con Miley en 2013, la percepción sobre estos movimientos de cadera y pelvis ha mutado. Dentro de un contexto de mayor conciencia feminista y de abrazo y renovación de estilos de música urbanos latinos en los que las letras y actitudes machistas han sido la tónica general, la idea de que una mujer baile moviendo el culo como provocación sexual para la mirada de otras personas ha ido perdiendo fuelle. Según el estudio Reguetón feminista en España: Mujeres jóvenes subvierten el machismo a través del perreo, Se dan nuevos “proyectos de música feminista que utilizan el estilo reguetón como una parodia y una manera de responder a todo lo que no les gusta de este estilo de música y de la sociedad, y se está convirtiendo en una herramienta de reivindicación feminista y de redefinición de este género musical”. Y ese movimiento, el perreo, es precisamente clave para la mujer «porque la hace sentirse atractiva y no como muestra de sumisión a la pareja”.

Ese cambio de contexto y conocer de las raíces africanas de celebración del booty dance fue lo que hizo a muchas bailarinas, «hacer un clic»: «Inconscientemente y sin verbalizarlo, no sentía que fuera un baile para nosotras. Creo que porque en el fondo lo percibían como demasiado sexual.

Tenían esa contradicción: Nos moríamos de ganas por probarlo pero no se nos pasaba por la cabeza que pudieramos encajar nosotras», «Nuestra primera impresión al bailarlo fue un poco extraña. Tenemos creencias impuestas sobre el hecho de que hacer ciertas cosas con nuestros cuerpos es malo, raro y pertenece a un arquetipo de ‘guarra’ en la cultura occidental. Descubrir este baile ha sido la vía para cambiar este sistema de creencias que al final no son tuyas, poder decidir y ser más fiel a mí misma».

«Históricamente estas danzas se utilizaban para celebrar: Bodas, ceremonias de fertilidad, para reforzar los músculos después del parto». «Muchos usos comunitarios que se hacían con las mujeres en coro, como con las danzas del vientre y pacíficas. Todas son sensuales, autoeróticas y con esa cosa de trabajar el útero y las zonas placenteras del cuerpo compartiendo el momento.

Esa conexión con nuestro útero y la pelvis está más ausente hoy y se relaciona con problemas que tenemos con la menstruación y el suelo pélvico”.

El proceso de liberación sexual y aceptación corporal a través de estos movimientos fue muy orgánico.

Una danza jamaiquina que pone el foco en los movimientos de culos y caderas, que también ha abrazado el twerking, y que tuvo su propio despertar feminista con la irrupción en la pista de las dancehall queens a partir de los 70, donde reclamaban su espacio y rompían con la narrativa machista que imperaba gracias a artistas femeninas como Lady Saw - “Empezamos a practicarlo un grupo de amigas. Quedábamos en ir a tomar café y acabábamos bailando. Luego dos de nosotras empezamos a tomárnoslo más en serio. Vimos cómo las chicas de nuestro alrededor se iban uniendo. Al bailar juntas empezamos a notar un cambio en ellas y en nosotras.

Se empezaban a quitar las vergüenzas, a sacar complejos y derribarlos. Vimos cómo afloraba esa parte de la sexualidad oprimida. Y se fue creando un círculo bonito y una energía de ayuda entre todas”.

«Quedamos mucho en espacios abiertos para bailar. En parques, parkings». Nos gusta hacerlo y hay mucha gente que viene y nos pregunta qué somos o nos dicen que les encanta. Pero sí contamos con que va a venir gente que nos va a mirar y que lo va a ver como algo extraño, hay chicas que no terminan de sentirse del todo cómodas por eso. Aunque intentamos siempre crear un espacio cómodo y seguro”.

“Ver que te puedes mover de manera súper voluptuosa, con la pelvis y con el culo y saber que esto no te va a violentar porque sabes que lo haces con otras mujeres que están sintiendo lo mismo genera mucha seguridad”.

El siguiente paso a esa sensación poderosa de control y determinación sobre el propio cuerpo y sexualidad, liberándolos de la mirada ajena, ha sido en algunos casos hacerlo ocupando el espacio de manera conjunta y como acto reivindicativo.

Hace unos días hemos visto precisamente cómo una bailarina compartía en Instagram, entre críticas y ‘me gusta’, un vídeo en el que, explicaba, usa el booty dance como “forma de expresar su protesta” frente a una barricada en llamas en Barcelona, amparándose en la libertad de expresión y contra la violencia.

El uso del booty dance como activismo: “Reivindicar es algo diferente que reunirse y dar una clase”.

Esa parte reivindicativa, puede surgir individualmente con alguien que vaya a clase y sienta suyo el baile. Y también podemos reunirnos y hacer algo colectivamente”. Dentro de ese marco encuadra su iniciativa de twertivism. “Un proyecto de investigación-acción sobre cuerpo, danza y espacio público que usa el twerk como herramienta de activismo y reivindicación política” y con el que junto a un grupo de más de 100 mujeres organizadas para la huelga feminista del 8 de marzo de 2019 tomaron la calle en el barrio barcelonés de Ezquerra de l’Eixample con un flashmob contra la violencia machista.

Una idea de reclamar la libertad de los cuerpos y actitudes de las mujeres con orgullo, alegría y sin miedo a enseñar carnes ni a moverlas que hace años caracteriza a las reivindicaciones de origen canadiense slut walk o marcha de las putas, que ya se secundan en multitud de países con la intención de romper el relato de terror sexual sobre las víctimas de violencia machista y de la culpabilización a las mujeres de la violencia sexual ejercida sobre ellas excusándose en la forma de vestir o actuar. Bailar en el espacio público y reivindicarse desde la alegría de que estamos vivos, ahora más que nunca, creo que es necesario”.

https://smoda.elpais.com/feminismo/mujeres-que-se-reunen-para-romper-con-el-patriarcado-a-golpe-de-trasero


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